domingo, 23 de septiembre de 2018

Día de escáner


Volver al hospital es siempre
reabrir brechas, remover recuerdos
de cuando los diagnósticos médicos
auguraban dolor de alma
y nosotros desconocíamos aún
los entresijos de la hematología.

Es adorable verte entrar, altiva
-como por aquel entonces,
casi ajena al miedo normal
de las personas normales
pasar por el mostrador,
la sala de espera y sus esperanzados,
recorrer los pasillos de memoria,
buscar la sala del escáner,
esperar en la puerta, paciente.

Después, salir, afectada por el contraste,
desandar los pasillos,
y de nuevo la sala de espera,
que sigue estando llena.
Valoramos por ello nuestra suerte
de estar de paso, ahora y antes,
de mantener a raya las razones
que nos llevaron allí,
de conseguir que los marcadores
nos dieran la victoria.

Volver al hospital es siempre
abrir brechas, remover recuerdos;
y con ello ser conscientes
de la fortuna que encierra
el simple y doloroso acto de volver,
el mero hecho de que duela.



viernes, 14 de septiembre de 2018

El pálpito


                                         A S. y L.,
por los pálpitos que vienen,
por saber guardar secretos.


El vientre.
El vientre y el pálpito
y ahí, en el pálpito:
la vida misma os sorprende
con una caricia de entrañas,
apenas un estremecimiento
en la palma de la mano.

Ese vientre que ya es hogar,
que ya es andén, tren, maleta,
que ya es espera y es vaivén,
acoge un futuro de algarabía, insomnios
y miradas de ver estrellas fugaces
que duran para siempre.

El vientre.
El vientre y el pálpito,
y ahí, en el pálpito:
la vida misma, fabricándose.

domingo, 2 de septiembre de 2018

Crecerás



                “Mi patria son mi hijo y mi biblioteca” (Roberto Bolaño).



Pronto,
antes de que me dé cuenta,
me mirarás a los ojos
con el rostro ensombrecido
-una barba incipiente,
una tristeza adolescente-
y comprobaré que el tiempo
nos habrá hecho madurar
-no siempre al mismo ritmo-.
Espero para entonces
mantener el tipo, haber sido
la mitad de bueno que mi padre.

Te buscarás la vida,
abrazarás laberintos,
cumplirás años y sueños
-tampoco siempre al mismo ritmo-
te saldrán las muelas, perderás el juicio
y, poco a poco, encontrarás tu sitio
en sitios que quizá no encuentres amables.
Suspenderás asignaturas y citas,
vendrán quienes te rompan el corazón
-una o varias veces- y pronto,
antes de que te des cuenta,
podrás presumir de cicatrices y finales.

Cambiarás de fantasmas y precipicios,
de opinión, de gobernantes, de amigos.
Y a pesar de todo,
a pesar de los golpes y las heridas,
las mentiras, los desengaños y el hastío,
que nunca te cambien el fondo,
que nunca te atonten del todo,
que te enamores con algún poema,
que te crezcan la curiosidad y las dudas,
que cierres los bares, algunas bocas
y que siempre tengas abiertas
las bibliotecas, la mente, la agudeza
de los que nacimos con las alas rotas.



(Por una #BiblioRegionalAbierta. #BibliotecaRegionalMurcia)


domingo, 12 de agosto de 2018

Verano


                                                               Te observo al descender y una extraña sensación después…”
                                                               (Un verano fatal, Nacho Vegas / Christina Rosenvinge)
            

Saltábamos desde las rocas
al agua cristalina de aquel verano
azul desteñido, casi en blanco.
Yo me quedaba petrificado
cuando tú me empujabas al precipicio
de las cosas importantes de entonces.
Observaba cómo te arrojabas sin miedo,
–quizá  la felicidad era aquello:
un instante ingrávido –y yo,
con el vértigo de tu mirada acantilado,
alimentando mi sinestesia
de caricias-cristal y sabor
a algo tan blanco como el salitre.

Saltábamos desde las rocas
pero no era al mar donde caíamos.
La adolescencia nos esperaba abajo
para salpicarnos las inocencias
y sumergirnos de resacas y arrecifes.
Acabamos tragando demasiada agua,
convertimos la playa en aquel desierto
tan de Thelma & Louise, tan nuestro,
apenas quedó un charco de océano podrido,
y perdimos para siempre aquel verano azul
que te dejó abismada en coral,
que nos naufragó los sueños,

que nos hizo morir de frío.



viernes, 6 de julio de 2018

Nieva


El pasado mes de Marzo, se presentaba en Murcia el 18º número de Manifiesto Azul, el fanzine de literatura e inquietudes varias que, año tras año, publica Colectivo Iletrados. Un año más volvieron a colar un poema mío entre sus páginas y aún no lo había compartido con vosotros.

Se titula Nieva y lo escribí en agosto del año pasado en Murcia (disculpad, no recuerdo el proceso mental que me llevó a ello).

Podéis leer el fanzine completo si pincháis aquí.


Nieva
y todo tiene el color
de lo imperecedero.

Hay un silencio de escarcha
y mercurio adormecido,
la calma
instantes antes
de un amanecer con metralla.
Un escalofrío, ruido
de encender hogueras invisibles
que dejan en cenizas
promesas con la palabra
no.

Miro al suelo:
hoy ya no amanecerá nunca:

Ha pasado el diablo
y ha dejado en la nieve
tus huellas.



jueves, 31 de mayo de 2018

Eco


Eco al entrar a casa,
al cerrar la puerta:
el tintineo de las llaves.
Su eco en la entrada.
Los pasos cansados,
las losas sueltas del corredor
y su ruido de gallina clueca.
Las monedas sobre la cómoda
-un irónico eco bursátil-.

Es martes y todo tiene el sonido
de las cosas que duelen.

El de abrir la nevera
y que todo sea incertidumbre,
el del portazo del agotamiento.
Todo se llena de ecos.
En su cabeza
el eco del eco de un ultrasonido
que genera en un ordenador
la forma de un feto inoportuno:
eco de una noche de mierda.

Garabatear un “lo siento”
y que el eco te responda “adiós”.

Salir al balcón, donde estalla
la ciudad en hora punta,
la desesperanza en aguasal.
Los ecos pesan más que las ausencias
y empujan al vacío del vértigo.
Tiñen de números rojos
las aceras de la vergüenza.
Un golpe seco, un grito ahogado:
a pie de calle, la realidad no genera eco.


Fuente: http://www.jotdown.es/2012/10/alvaro-corazon-rural-suicidarse-o-morir/

domingo, 30 de abril de 2017

Ciento ochenta grados
                                   “…no queda nada del ser en sí”
                                                                              M. Heidegger

Finalmente el cansancio
nos apagó la luz.
Nos puso bocabajo y pasamos
del universo monista
a una desastrosa relación fractal
[del latín, fractus, quebrado],
de ser los amantes de Magritte,
                        [pobres ciegos]
a ser los amantes de Medem,
                        [pobre Ana]
de serlo todo
según tú,
al nihilismo
según Heidegger.

Amy Walters

jueves, 9 de febrero de 2017

Cuídate de mí

Cuídate de mí.
De mi frágil equilibrio,
de las batallas que albergo,
de las guerras que pierdo,
de mi lobo en plenilunio,
de las promesas que sabes
dejaré sin cumplir. Cuídate.

De aquel sueño azul
que compartí contigo,
de la penumbra de mi zaguán,
del síntoma y mi enfermedad,
de mi precipicio, mi vértigo,
de mi espejo vacío de quimeras,
de aquel charco reflejando tristezas.

Cuídate de mí.
De esta agilidad mía
para ser,
simultáneamente,
herida y cicatriz,
hoguera y cenizas,

poema y silencio.

martes, 4 de octubre de 2016

Lavabos unisex

En los lavabos de los bares
de nuestras noches agónicas
los espejos me devolvían siempre
una imagen distorsionada de mí,
una pregunta sin respuesta amable.
 
Sobre la cisterna, los restos
de un disparo certero,
y en los azulejos, la vida
escrita, más bien garabateada,
con rotulador permanente.

Todo era mentira:
Aquella imagen mía en el espejo.
La certeza de aquel disparo.
Lo permanente de aquella vida
redactada con mala letra.


domingo, 18 de septiembre de 2016

Círculo Polar Ártico


En junio del año pasado la revista digital "El coloquio de los perros" me publicaba este poema, que forma parte del poemario inédito "Todo es vorágine". Ahora he caído en la cuenta que aún no lo tenía colgado por aquí. Agradecer, tal y como hice por aquel entonces, a los responsables y "culpables" del Coloquio. La revista la encontráis aquí.

66º 33' 45 '', latitud norte.


Ha vuelto a amanecer
sin que se hiciera de noche
y tú contraatacas al frío.
Encendiendo hogueras en mi piel,
te ríes de las hipotermias y mi epidermis,
y nos disponemos a generar
nuestra propia aurora boreal,
-nosotros, arquitectos de luz,
luciérnagas de bajo coste-
con el riesgo de caer en picado
en la más ciega de las sinestesias
o el más absoluto caos.

Como cada vez que te levantas
y me dejas la piel así, como desordenada,
con tus caricias distribuidas en laberinto
-un caos llamado cuerpo en llamas-
y acudes al frigorífico, al rescate
de una boca incandescente,
de un sabor a desierto y a verano,
y en mi soledad, la cama es el ártico,
tu ausencia un iglú con goteras
y el lapón un idioma muy difícil
para lo que tú tardas en llegar
y derretirlo todo.
Todo.

Hasta la escarcha.